Liberen a Panahi

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Se pudo escuchar nuevamente un grito muy particular durante el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata: “¡Liberen a Panahi!” A casi tres años de la absurda condena contra el realizador iraní -y a dos de aquella inolvidable foto solidaria, en la que invitados, autoridades del Festival, staff y público, se unieron en un solo pedido bajo la convicción es firme: la libertad del hombre por expresarse es insoslayable. ¡Todos con Jafar Panahi!
En la 26º edición, el Festival contó en su competencia con una de las declaraciones más fuertes acerca de la libertad: “This Is Not a Film”, la película realizada por Panahi mientras esperaba la condena, en el refugio de su casa, con la colaboración de Mojtaba Mirtahmasb. Y el resultado es un vehemente y apasionado ensayo, una defensa profunda y sincera de la libertad, en la que el vehículo, el medio, es en sí mismo un grito, una película sobre la no película, sobre lo que se está impunemente acallando. Inteligente y tristemente real.
“Si pudiéramos contar una película, entonces ¿para qué filmarla?” Y si Jafar Panahi no puede ejercer su derecho de expresión a través del cine, entonces hace una no-película. Porque lamentablemente, los derechos humanos pueden vulnerarse, pero la necesidad esencial y absoluta del ser humano de comunicarse no puede ser restringida.
Recluido en su departamento, esperando la sentencia –que hoy sabemos quedó firme: seis años de prisión y 20 años de inhabilitación para ejercer cualquier actividad relacionada al cine- Panahi, en “This is not a film” despliega un verdadero tratado sobre la libertad, sobre el cine como relato y principalmente como discurso.
Desde su compromiso pleno: “Lo importante es que las cámaras estén encendidas”, echa mano a los elementos disponibles; su celular, una cámara, el televisor en el que muestra parte de sus películas, y su último guión que, por supuesto, fue rechazado. Y lo cuenta frente a la luz roja.
Y elige hablar. Y se desespera porque el lenguaje y sus herramientas de comunicación han sido limitados, cambiados, modificados. Pero sigue, expande su relato hacia una imperdible clase abierta de cine, el cine como percepción del mundo, como mirada inquisitiva, como imágenes que rompen el silencio censor. Y el resultado final es un vehemente y apasionado ensayo, una defensa profunda y sincera de la libertad, en la que el vehículo, el medio, es en sí mismo un grito, una película sobre la no película, sobre lo que se está impunemente acallando. Inteligente y tristemente real.
Desde el Festival de Mar del Plata se emite una sola voz en defensa de Jafar Panahi y de muchos otros cineastas que han sido encarcelados solo por reflejar su universo y su realidad


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