La escuela sigue siendo un espacio de discriminación para niños, niñas y adolescentes trans
El concepto es de la investigadora Melina Antoniucci. “Pensar en lo trans activa pánicos morales y sociales”. “Toda educación es sexual”.
En un diálogo con Región Mar del Plata, Melina Antoniucci, docente e investigadora del CONICET y del Grupo de Estudios de Familia, género y subjetividades de la Facultad de Humanidades de la UNMDP sostuvo que la escuela sigue siendo un lugar de discriminación hacia lo trans y que “es un problema mirar los acompañamientos y los procesos de los infantes desde la propia visión adulta”.
Calificó a la escuela como una institución hetero normada que “históricamente alecciona y normaliza cuerpos” y manifestó que pensar en lo trans activa pánicos morales y sociales, que no hay que alarmarse por las búsquedas personales en relación a la identidad de género y que “el pensamiento de lo trans lleva a un proceso de desnaturalización: es pensar que no existen necesariamente dos géneros”.
Antoniucci valoró el proyecto para la creación del Programa de acompañamiento a las infancias y adolescencias trans. “Todavía hoy la escuela sigue siendo un espacio donde se sufre una gran discriminación y donde no se respeta la identidad de género autopercibida”, dijo.
En la manifestación de las infancias en relación al género “hay una especie de infantilización”, explicó y agregó que “suele abordarse desde un paradigma adulto céntrico donde se cree que lo que le pasa al niño o niña es algo pasajero. Muchas veces esa expresión de un género distinto al asignado al nacer forma parte de una exploración y muchas veces –la mayoría podríamos pensar– forma parte de una cuestión identitaria y definitoria para la vida de una persona”.
El acompañamiento resulta fundamental. “Poner en primera plana la voz de ese infante es importantísimo porque, si tenemos en cuenta los registros, la edad de manifestación de la identidad de género es entre los 3 y los 5 y entre los 7 y los 9 años”.
La Asociación Infancias Libres, que trabaja para garantizar el efectivo cumplimiento de la Ley de Identidad de Género 26743 en niñeces y adolescencias trans, travestis y no binaries, dio a conocer un informe en agosto de 2021 sobre 200 personas que asistieron a la asociación. De ellas, los niños de entre 4 y 5 años representaban el 22%, los que tenían entre 6 y 11 el 55 y los adolescentes el 23.
El 63% se percibe dentro de la femineidad trans y el 37 dentro de la masculinidad trans. Sólo el 1% no estaba escolarizado, el 7 iba a sala de 3-4 años, el 20 a preescolar, el 52 a Primaria y el 21 a la escuela secundaria.
Los números de la discriminación en la escuela
En cuanto a lo que ocurre en las instituciones educativas, los datos son preocupantes. Del trabajo se desprendió que el 73% de los colegios no estaban preparados para brindar una respuesta adecuada mientras que un 35% intentó colaborar con lo que se encontraba a su alcance.
A su vez, el 95% de las escuelas desconocían la Ley de Identidad de Género 26.743 del año 2012 y su aplicación y, cuando las familias la facilitaron, el 70% se negó a respetarla.
Respecto a las necesidades de los menores, el 35% de las familias mencionó que las instituciones no las escucharon mientras que el 22% dijeron que sí. En menor medida, un 17% de los colegios se mostraron indiferentes ante las experiencias de les menores.
Antes era normal que la familia fuera la primera institución que expulsaba a las personas trans. “No tenemos las mismas cifras de expulsión del hogar que existían antes de la sanción de la ley pero la escuela sigue siendo un espacio donde se sufre una discriminación y no se respeta la identidad de género”, aseguró Antoniucci.
¿Cómo debería ser el acompañamiento?
En relación a cómo debería ser el acompañamiento, la especialista consideró que no requiere de una gran ingeniería. “Hay cambios pequeños que se pueden hacer que son significativos para las subjetividades de las personas. Por ejemplo: evitar las filas de chicos y chicas o que las clases de educación física se dividan por sexo”.
También es importante “no alarmarse por las búsquedas personales en relación a la identidad de género. Que una niña quiera jugar a la pelota no significa que quiera ser un varón trans. Que un niño vaya con las uñas pintadas a la escuela tampoco significa que quiera ser una chica trans”.
Antoniucci indicó que suele ocurrir que las cuestiones que involucran a las infancias responden a ansiedades sociales adultas o a pánicos morales adultos. “Es un problema mirar los acompañamientos y los procesos de los infantes desde la propia visión adulta. La escuela debería generar un espacio de escucha activa y de acompañamiento y también entender que no hay una sola forma de ser una persona trans. A veces una persona solamente manifiesta sentirse distinto al género asignado al nacer y lo hace de forma verbal, en su vestimenta. O lo puede manifestar en la voluntad de empezar un proceso de hormonación. Eso hay que respetarlo también”.
La identidad de género no está definida por la genitalidad
Más tarde, la investigadora afirmó que pensar en lo trans activa pánicos morales y sociales porque pone el foco en procesos naturalizados en los que nadie se pregunta si son así o no y que muchos piensan que responden al orden de la naturaleza.
En otras palabras, lo explicó así: “La identidad de género, cuando pensamos en lo trans, no está necesariamente definida por la genitalidad de una persona. Haber nacido con genitales externos vinculados a lo masculino no implica que toda tu vida vas a ser un varón, también podés ser una mujer o habitar un género que no sea el masculino o el femenino. Es decir, romper un guión social. Y cuando hablamos de lo femenino pasa exactamente lo mismo”.
Así, el pensamiento de lo trans lleva a un proceso de desnaturalización. Es pensar que no existen necesariamente dos géneros, que puede haber gente que no se identifique con ninguno o construya su propia idea de ser mujer y de ser varón tomando elementos de lo masculino y lo femenino y erija una identidad de género personal.
En definitiva, Antioniucci analizó que de esa forma “se rompe con formas dicotómicas que tenemos de pensar lo social. Lo bueno y lo malo, lo gordo y lo flaco, lo blanco y lo negro. Estamos seteados para pensar dicotómicamente y lo trans viene a romper esa lógica y a multiplicar los sentidos sociales, las formas de entender los vínculos, las familias, la genitalidad, la naturaleza. Eso es resistido porque en ese orden binario están los que ganan y los que pierden. Hay una jerarquía de género donde lo masculino domina a lo femenino y romper con esa lógica dicotómica es romper con esa lógica de poder”.
Fortalecer la ESI
La investigadora recordó que existe la Ley de Educación Sexual Integral (ESI) que el gobierno electo ya adelantó que la pondrá en cuestión. “Más allá de los mecanismos nuevos que se creen, se deben fortalecer los que ya existen que fueron conquistas sociales. Sobre todo la ESI que también trabaja otras perspectivas importantes en relación a la sexualidad y a la identidad de género”.
En cuanto a las críticas de quienes sostienen que la ESI adoctrina, la investigadora explicó que la institución hetero normada adoctrina. “Históricamente alecciona y normaliza cuerpos”, manifestó y luego aclaró que los problemas de salud mental, las autolesiones y el suicidio que se observan en las infancias y adolescencias trans no son un problema de ese chico o ese adolescente. “El problema es de la sociedad que no entiende que ese adolescente tiene pene y quiere ser mujer”.
Hay que cambiar el enfoque. “La educación es política y es sexual. Toda educación es sexual. Por más que no se hable de género se está hablando de género”.
Foto: Asociación Infancias Libres.