A los 74 años se recibió de Ingeniero Agrónomo

Esteban Carlos Bonanni trabajó el campo toda su vida. Entre sus proyectos siempre estuvo concretar esa profesión, lo que logró finalmente. Hoy es orgulloso matriculado número 04327.
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Entre las historias de tenacidad que existen en el campo argentino la de Esteban Bonanni se destaca como ejemplo de perseverancia.

La relación entre Esteban Carlos Bonanni y el campo arranca allá por el año 1955 en la zona de Guerrico, una pequeña comuna ubicada entre Pergamino y San Nicolás, sobre la Ruta 188. En esa zona se instalaron sus padres, Esteban y Nilda, a trabajar el campo, corría la década del 50. Entre sus primeras travesuras hoy se recuerda el día que manejó sólo un Ford A a los 5 años: “Di una vuelta al galpón que era de mi familia y salí manejando solo”, cuenta.

Años más tarde, las oportunidades de trabajo llevaron a la familia Bonanni hasta la zona de Mar del Plata y Balcarce donde cultivaron papa. Por esos años Esteban cursó la primaria y la secundaria hasta que en cuarto año conoció a Juan Martin Lahitte, un agrónomo que había estudiado en Bahía Blanca y quien encendió en Esteban la inquietud de estudiar agronomía. Así fue como, promediando su quinto año de secundaria, Esteban se anotó en el curso de Ingreso en la Facultad de Agronomía de Balcarce.

“Corría el año 1969 y empezamos un 6 de enero con el cursillo para rendir el examen de ingreso. Recuerdo que éramos 160 inscriptos el que aprobaba ingresaba y los promedios más bajos quedaban fuera. Ese año entramos 86 alumnos, yo tenía 18 años. La Facultad en aquella época era diferente a la actual, era como un colegio, se pagaba, era privado porque pertenecía a la Universidad Católica. Había que aprobar y cumplir con los prácticos, si se perdían dos prácticos o se faltaba a tres clases teóricas se perdía la materia. Si perdía la materia dos veces, “por el entonces artículo 25”, te hacían rendir toda la equivalencia de todas las materias que habías dado. Recuerdo que te tomaban como un pantallazo de lo que habías estudiado hasta ese momento y según el resultado la facultad consideraba si podías seguir estudiando o no. En esos años los temas giraban en torno a la agricultura, la ganadería, manejo de maquinarias, microbiología y muchas materias de formación general, hasta religión que la dictaba el Padre Bustinza oriundo de San Nicolás. Cursábamos todo el día y salíamos a las 19 hs. En ese entonces nos movilizábamos en un micro del INTA que nos llevaba hasta determinado punto, y si no podíamos tomar ese transporte había que viajar a dedo. Yo nunca me adapté a estudiar en Balcarce, no me podía concentrar, eso me obligó a viajar a Mar del Plata todos los días. La facultad era otra, había docentes que sólo podían dar clases los sábados, dictaban Botánica sistemática que solo se daba ese día y si una mesa de examen no se terminaba se seguía un domingo. Recuerdo que había docentes que llegaban en un Peugeot 403 y rarían plantas o ramas que iban encontrando en el camino para enseñarnos a identificarlas. Además existían todo tipo de equipos como microscopios de alta tecnología fruto de lo que fue la “Alianza por el Progreso” que Argentina celebró con EE.UU en la época de Kennedy y que ayudó a mejorar el nivel de los estudios universitarios en la Facultad. Era un programa de ayuda económica y social para la región que se propuso mejorar las condiciones sanitarias, ampliar el acceso a la educación e incrementar la productividad agrícola. Incluso venía gente de EE.UU a supervisar y trabajaban junto a la gente el INTA. En ese tiempo el nivel de enseñanza era de excelencia”, relata.

“Por aquellos años se estudiaba de todo y viajábamos para ver otras producciones. Recuerdo que fuimos a ver producción porcina a Pergamino, lanares a Buenos Aires en el INTI, donde existía una manufactura que trabajaba la lana hasta el final del ciclo textil. También forraje y otras producciones y recuerdo que las aprobé todas, pero la vida me jugó en esos años una encrucijada. Corría el año 1972 y mi padre se enferma gravemente, necesitaba un bypass, cirugía que por aquellos años no era común. Ya no podía trabajar y ante esa situación volví y me aboqué al campo que mi familia había podido adquirir, y a unas hectáreas de campo alquilado. Estábamos “apretados” y tuve que dejar la facultad para hacerme cargo de la producción de papa. Era mucho trabajo a tal punto que hacía unos 120.000 kms al año en la camioneta yendo de un lugar a otro. Finalmente mi padre muere el 8 de diciembre de 1980, el mismo día que matan a John Lennon”.

De la papa al cereal y primer regreso a la facultad:

Luego de un tiempo Esteban pudo comprar la parte de sus hermanas y quedó sólo con el campo. Durante dos décadas cultivaron papa y tenían un esquema complejo del que participaban más de 25 trabajadores de Santiago del Estero, camioneros, operarios y diversos ayudantes. “Uno de los campos donde trabajaba estaba cerca del INTA Balcarce, cada vez que transitaba por allí miraba hacia adentro, donde está la Facultad, sentía que había dejado algo que era parte de mi historia. Recuerdo que mi padre me transmitió la consigna de “hacer las cosas bien”, y eso para mí también implica terminar lo que uno empieza”, cuenta.

Y fue por esos años que decidió dejar la papa para volcarse a producir cereal. No fue fácil desarmar los grupos de trabajo de tantas campañas y cambiar las rutinas, pero luego de un tiempo Esteban reacomodó la producción y notó que “le sobraba tiempo”. Así fue como un día, allá por el año 1986 se llegó hasta la Facultad, que estaba a cargo en ese entonces por un ex compañero suyo: José Luis Pérez quien luego fuera intendente de Balcarce. Como era de esperar los planes de estudio habían cambiado y con él las materias y contenidos, pero lo que no cambió en absoluto fue la perseverancia de Esteban quien retomó los estudios con una meta: aprobar las 12 materias anuales que le faltaban y las optativas para finalmente recibirse de ingeniero agrónomo.

“Mi segunda etapa en la Facultad fue muy lida viajaba a Balcarce una coupé Renault Fuego que tenía y me integré con un grupo de muchachos que me ayudaron a estudiar y con quienes compartimos muchos momentos inolvidables. Incluso me encontré con docentes que habían sido mis compañeros en la década del 60”.

Esteban termina de cursar y rinde todas las materias en 1988 con 40 años. “Terminé con mucho sacrificio, vivía solo y me ponía la carpeta debajo de la sábana a la noche, y si me despertaba y tenía dudas, iba repasando. Si me desvelaba, prendía la luz y repasaba esa parte que me había quedado pendiente cuando teníamos parciales o finales. En esta segunda etapa era ya una Facultad Nacional y encontré otro tipo de cumplimiento en los horarios y en la evolución de los contenidos entre ellos: fisiología animal, fisiología vegetal, genética animal biología etc. Era todo más libre, pero con una mirada más localista, donde se enfocaban en los cultivos y las producciones de la zona. Terminé de cursar pero me faltó la tesis”.

36 años después…

Otros proyectos, nuevos planes, nuevas urgencias, la muerte de su madre sucedida en 1999 y hasta una nueva relación familiar hicieron que Esteban postergara la tesis por muchos años.

“El tiempo se fue pasando y a mí me quedó un gran cargo de conciencia por no cerrar esa etapa. La muerte de mi madre me dejó la culpa de no haber podido cumplir con su anhelo de verme recibido”.

“Luego de la pandemia, un amigo de mi hijo me dice: mira que están terminando muchos que habían abandonado y que hay opcionales. Y así fue que 36 años después volví a la Facultad para averiguar si podía terminar. Para mi sorpresa el plan lo permitía, pero nuevamente tenía que cursar algo nuevo, en este caso Inglés  y en la era de la tecnología, me costó mucho pasar de aquel microscopio a las pantallas”, confiesa. El segundo paso fue encontrar un tutor de Tesis (Roberto Álvarez) y el tema: finalmente realizó la tesis con un trabajo sobre cultivo de papa ecológica, sin químicos, sin riego artificial.  Finalmente, Esteban se recibió de Ingeniero Agrónomo en el año 2024 a sus 75 años. De su acto de colación participaron algunos de sus hijos, su nueva esposa y su nieto.

“Mi primera acción como Ingeniero Agrónomo fue matricularme. La matrícula era el cierre a esta larga historia y además implica apoyar el trabajo que se viene haciendo para jerarquizar la profesión y trabajar sobre las nuevas generaciones. Tengo el título, pero aún no lo enmarqué, ya lo voy a hacer” culmina.

 

 


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