Las hortalizas injertadas se presentan como una alternativa productiva sustentable

Una técnica que promueve la producción sostenible y la reducción de insumos químicos
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La agricultura sustentable y respetuosa con el medio ambiente es una prioridad en la actualidad. En este contexto, la técnica de injertar hortalizas ha surgido como una solución innovadora en la producción hortícola, ofreciendo una serie de beneficios que van más allá de los aspectos agrícolas. Desarrollada y promovida en nuestro país por el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y la Universidad Nacional de La Plata, esta técnica se ha convertido en una opción atractiva para los agricultores que buscan una forma más sostenible de cultivar hortalizas.

El proceso de injertar hortalizas implica unir dos plantas afines, aprovechando las características de la raíz de una como pie o portainjerto, sobre la cual se injerta la variedad (copa) cuyo producto se desea cosechar. Además de aumentar el vigor en el crecimiento de la planta y su resistencia a enfermedades, esta técnica minimiza el uso de insumos químicos, reduciendo así los costos de producción. Expertos del INTA y la Universidad Nacional de La Plata comparten los beneficios de esta alternativa en un libro titulado "Hortalizas injertadas: Una alternativa que contribuye a la producción sustentable".

La implementación de esta técnica se remonta a las primeras experiencias realizadas en Argentina en 1990 por miembros del Centro Tecnológico de Flori-Fruti-Horticultura de la Agencia de Cooperación Internacional del Japón (CETEFFHO-JICA). El objetivo principal de esta técnica es combatir las enfermedades causadas por la intensificación de los sistemas hortícolas y promover prácticas de manejo respetuosas con el ambiente.

La coordinadora del proyecto "Tierra Sana" del INTA, Analía Puerta, destaca que el uso de injertos puede ser tanto industrial como casero, generando oportunidades de empleo en el sector. Además, señala que "existen materiales genéticos que pueden ser multiplicados o colectados por el productor y servirían como pie, incluso ampliando la base genética que se utilizaría en los invernaderos hortícolas y de esa manera contribuirían a la sostenibilidad de la práctica".

La técnica de injerto se complementa perfectamente con la biosolarización, y su adopción debe formar parte de una gestión integral del productor que busca cultivar hortalizas con bajos niveles de agroquímicos y técnicas de bajo impacto ambiental. Esto no solo beneficia al medio ambiente, sino que también puede mejorar la posición de los productos en el mercado al comunicar su compromiso con la sostenibilidad.

Mariana Garbi, docente e investigadora de la Universidad Nacional de La Plata, subraya que, a pesar de que el uso de injertos en hortalizas ha estado presente en Argentina durante varios años, su implementación se ha intensificado debido a la necesidad de reemplazar el bromuro de metilo, una sustancia que daña la capa de ozono y que tradicionalmente se utilizaba para el control de plagas en suelos y sustratos de cultivos intensivos.

La técnica de injertar hortalizas brinda un mayor vigor en el crecimiento de las plantas, aumenta la producción y otorga resistencia a diversas enfermedades tanto del suelo como de la parte aérea. A través de esta técnica, las plantas pueden mantener su productividad incluso en presencia del nematodo Nacobbus aberrans, lo que demuestra su eficacia en condiciones adversas.

El INTA ha publicado recientemente el libro "Hortalizas injertadas: Una alternativa que contribuye a la producción sustentable". Este libro resume los beneficios clave de la técnica, como el aumento de la producción, la reducción de los costos de producción y la mejora en la calidad de las hortalizas. Además, proporciona información sobre las experiencias en Argentina y en otros países que han adoptado esta técnica.


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