Los efectos del cambio climático ya se observan en nuestras costas
En un estudio sobre la almeja amarilla, una investigadora de la Universidad observó consecuencias sobre el crecimiento, las valvas y la talla.
La licenciada en Ciencias Biológicas de la Universidad Nacional de Mar del Plata, María Cielo Risoli comparó en un estudio a la población de almeja amarilla que habita las costas de Santa Teresita con la que vive en Mar del Plata y encontró diferencias en las tasas de crecimiento por los cambios en la salinidad del agua que se relacionan, de forma indirecta, con el cambio climático.
Risoli, becaria doctoral del Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras (IIMyC) que depende del CONICET y la UNMDP, sostuvo que las especies que habitan las playas del norte de la provincia de Buenos Aires están expuestas a la descarga de agua dulce del Río de la Plata. Uno de los estuarios más grandes del mundo.
"El volumen de estas descargas está influenciado por la variabilidad climática, que son las fluctuaciones de los componentes del clima (temperatura, precipitaciones, etc.) ocurridas naturalmente, como por ejemplo, el fenómeno de El Niño, relacionado con inundaciones, mayores volúmenes de agua, lluvias y humedad en las cuencas hacia el Atlántico, y La Niña que es lo opuesto y provoca períodos de sequías. Con el cambio climático estos eventos son más fuertes, extremos y frecuentes", explicó.
"Con un El Niño más fuerte -continuó Risoli- habría más inundaciones y el Río de la Plata tendría un mayor caudal, entonces habría una salinidad más baja en las playas cercanas a la desembocadura. En un contexto de cambio climático, es esperable un fuerte impacto sobre las poblaciones de almeja amarilla, especialmente en aquellas que habitan más al norte que serían las más afectadas", indicó.
Eso se debe a que el agua dulce modifica la salinidad del mar que baña las costas cercanas. "Todo animal tiene un rango de tolerancia a cualquier tipo de estresor. Los moluscos bivalvos como las almejas, tienen determinado rango de tolerancia a la salinidad, por lo que niveles bajos los podrían afectar de forma negativa".
"Cuando hay cambios abruptos en la salinidad, las almejas se cierran y están menos tiempo filtrando agua para alimentarse porque no la toleran", dijo y agregó que "se producen efectos sobre su nutrición, los procesos fisiológicos y sobre la generación de sus valvas. Hasta podríamos pensar en la desaparición de algunas poblaciones. No lo sabemos realmente, pero es un organismo extremadamente sensible", explicó.
Entre los resultados del estudio, la científica determinó que "en la población de Santa Teresita en comparación con la de Mar del Plata, las tasas de crecimiento fueron mucho menores. Crecen a un ritmo más lento. "Si la situación empeora como consecuencia del cambio climático, esa población estaría muy expuesta y vulnerable a las consecuencias", indicó.
La especie
Luego enumeró las características de esta especie. La almeja amarilla es un molusco bivalvo, de caparazón blanco amarillento que habita en el intermareal, el espacio sometido a las mareas. Vive en forma vertical sobre la arena y lo único que la conecta con la superficie son dos sifones. Por uno entra el agua y por el otro sale. El animal filtra las partículas de alimento y luego expulsa el agua.
Se explotó comercialmente -casi 1080 toneladas anuales- hasta 1958 cuando colapsó la pesquería y se decretó veda comercial (Decreto Provincial Nº 14.410/68). La norma permitía extraer de forma recreativa, artesanal y para consumo propio hasta dos kilos por día por persona. En 1996 se dictó la veda total por la disposición Nº 956/96 de la Dirección de Pesca de la Provincia de Buenos Aires, la Disposición Provincial Nº 1238/96 y las Ordenanzas Municipales del Partido de la Costa Nº 1704/96 y Nº 1004/01.
Sucede que entre 1993 y 1995 hubo mortandades masivas. "Las causas no están demasiado claras. Puede haber sido por virus, bacterias, la presencia de floraciones algales nocivas, contaminación por metales pesados o consecuencia del cambio climático. No hay una causa certera. Quizás sea un conjunto de todas estas cosas lo que las causó. En el caso de las costas de Uruguay, hay estudios que hablan de la posibilidad de que haya sido por un aumento de la temperatura a causa del cambio climático".
Además, tiene una importancia cultural para lo que es provincia de Buenos Aires: "Todo el mundo te dice que la conoce, que la fue a buscar con baldes a la playa para comer o usarla de carnada".
Una especie jaqueada
Durante la investigación, la especialista también observó que un evento de El Niño (2015-2016) habría afectado el peso de la valva de la almeja que habita en Mar del Plata. Entonces también en las poblaciones de la ciudad habría efectos de la variabilidad climática y/o cambio climático.
Además, comprobó que hay una disminución en la talla de las almejas. "Fueron hasta tres centímetros menores que las reportadas cincuenta años atrás".
No obstante, la científica sostuvo que hay otras cuestiones que afectan a la especie. "La urbanización, la extracción de arena, la extracción recreativa que sigue ocurriendo a pesar de las leyes, la falta de recuperación de las poblaciones después de las mortandades masivas y los vehículos 4 x 4 circulando en la playa que afectan por muerte directa o porque lastiman los sifones".
La especie tiene más particularidades. Risoli explicó que las almejas tienen preferencia por las playas de tipo disipativo o intermedio, que son las de escasa o nula pendiente y arenas finas, y no por las reflectivas, que tienen una pendiente pronunciada donde rompen las olas y arenas más gruesas. Además, son organismos que evolucionaron desde aguas templadas frías: un aumento de la temperatura tampoco las beneficiaría.
"Está expuesta a muchos estresores y todos estos estresores, en mayor o menor medida, están expuestos a cambios en un contexto de cambio climático. Pero no sabemos aún qué puede pasar. Las especies muchas veces se adaptan", concluyó.
La investigación de los posibles efectos del cambio climático sobre la almeja amarilla sigue progresando por medio de un estudio internacional financiado por el Instituto InterAmericano para la Investigación del Cambio Climático (IAI), proyecto co-dirigido en Argentina por la doctora. Betina Lomovasky, directora de Risoli. El mismo comenzó hace dos años con la intervención de cinco países: Canadá, Ecuador, Brasil, Uruguay y Argentina, y busca comparar las poblaciones de almeja amarilla de Brasil, Uruguay y Argentina.