Los gobiernos ignoran a los trabajadores del basural

Por momentos, hay más de 300 familias que viven de los residuos que recuperan. Juan José Pintos Radice, especialista en el tema, asegura que nunca les mejoraron las condiciones de trabajo. Cómo es la tarea clave que desarrollan para que el predio no colapse.
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Los recuperadores informales de residuos son el primer eslabón de la cadena de reciclado. Hombres y mujeres que trabajan en el predio de disposición final de residuos. Algunos, incluso, viven allí. Tienen entre 18 y más de sesenta años, en algunos casos se criaron en el basural y en otros ya son la tercera generación de la familia que trabaja en el lugar. 

No obstante, los gobiernos municipales no los han contemplado en sus políticas. El último pliego de licitación para la operatoria y mantenimiento del predio, impulsado por la gestión de Guillermo Montenegro y aprobado por el Concejo Deliberante, apenas los menciona. 

El sociólogo Juan José Pintos Radice hizo su tesis en el predio, una investigación sobre el trabajo de los recuperadores que es clave porque sin ellos ya hubiera colapsado. Cuando comenzó, había viviendas ubicadas dentro del relleno sanitario que después retiraron. “Tampoco les permiten trabajar dentro del relleno y quedan alrededor de quince familias viviendo allí”. 

Pintos Radice describió el trabajo de los recuperadores. “Hay camiones que llegan con los residuos domiciliarios. Otros –que ellos les llaman del mercado– que son los que llegan del mercado de abasto, el parque industrial, el puerto y de supermercados que tienen distintos alimentos”. 

Hay gente que busca determinados productos como el PET que son las botellas de gaseosa. “Tiene un precio que varía según el valor del petróleo y se puede considerar como una commodities. Además se puede acopiar sin que pierda sus condiciones. Mechan con recolección de papel que muchas veces está contaminado y pierde su valor. Otros van a juntar naylon y hay gente que hace todo lo que sale y también recupera alimentos”. 

La recuperación es así. “El camión vuelca en un playón que ellos llaman el galpón social. Es un tinglado que  tiene piso y techo. Van arriba de la pila de residuos, rompen bolsas y van sacando lo que les sirve y poniéndolo en un bolsón que llevan colgado de la cintura como los recolectores de papas”. 

Así es como se lastiman, cortan o pinchan con cosas que en ocasiones ni siquiera saben qué son. “En general, la relación que tenemos con los residuos es que los sacamos de nuestra casa porque son contrarios a lo que nosotros queremos y no nos importa qué sucede con eso”.

También está el que recupera alimentos, no todos lo hacen. “Gran parte sí. Hay alimentos que aún no vencieron y ellos los comen”, señaló y agregó que además “encuentran elementos como puede ser una silla, maderas o chapas. Uno de los chicos había construido el techo de su vivienda con chapas que sacó del basural”. 

La vida en el basural 

Respecto de la cantidad de gente que trabaja como recuperadora, indicó que “hay una cuestión de estacionalidad. Por momentos trabajan entre 300 y 400 personas. Y en otros hay menos gente. Muchos hacen changas, trabajan en pesqueras o en albañilería, siempre de manera informal, y otros son recuperadores de tiempo completo”. 

Luego, aclaró que antes que se hiciera el relleno sanitario de 2012 ya no podían trabajar los menores de edad. “La composición etaria es heterogénea. Hay chicos de 19, 20 años que trabajan ahí. Gente entre los 30 y los 45 años y personas mayores como María, por ejemplo, una de las referentes que tenía más de 60 años. En los años noventa había sido expulsada del mercado de trabajo por las políticas neoliberales y después no pudo reinsertarse”. 

Pintos Radice encontró una familia compuesta por la abuela con todos los hijos y los nietos también y un grupo de chicos de 25 años que iban desde los 8 cuando todavía podían entrar menores en el viejo basural que está al lado del actual. 

El especialista consideró que todos esos datos no son menores. “Hay historias de gente que ha vivido toda su vida en el basural y sus relaciones se han forjado allí. Funciona como una red de reproducción de las relaciones sociales más allá de lo que sucede en términos de recuperación del material y hay gente cuya biografía está vinculada al basural. Existe un discurso que hay que sacarlos sin contemplar que hay toda una historia de vida. Están mal las condiciones en las que realizan el trabajo y no el trabajo en sí mismo”.

basural

Un mercado monopólico 

Después llega el momento de la comercialización. “La mayoría no tiene la posibilidad de llevarse los materiales a la casa y acopiarlos. Entonces los venden a los comparadores que van al lugar y, por lo general, les pagan menos”. 

Durante la investigación de Pintos Radice había dos compradores. “Tenían una relación de amor odio porque siempre están pujando por el precio, desconfían de la balanza y se generan tensiones”. 

En relación con los compradores, explicó que son minoristas que le venden a otro mayorista en Mar del Plata que a su vez le vende a otro de Buenos Aires. “Es una cadena de valor que el primer eslabón son los recuperadores y terminan en grandes empresas, que son las que usan estos materiales. Hay un mercado monopólico”, explicó. 

Mala separación 

El especialista remarcó que la gestión de residuos hay que pensarla desde el inicio del pos consumo de la ciudadanía. Si bien la municipalidad está reconocida por el ministerio de Ambiente de la provincia por la gestión del relleno sanitario que tiene planta de tratamiento de lixiviados y captación de gases, “el problema es que ingresa un montón de material que podría ser recuperado y, en parte, no es recuperado porque llega contaminado. Hay una mala separación de residuos en origen”. 

Además, señaló que existe otro montón de residuos que quedan en microbasurales en distintas zonas de la ciudad. “El municipio los recupera, mezcla todo y termina enterrado en el predio. Y hay un montón de industrias en Mar del Plata que tampoco hacen una gestión integral”. 

A veces no se contempla la dinámica cuando se piensan políticas para el basural. “Construyeron el galpón social, baños, duchas pero no se modificó en nada la situación de los recuperadores. El fondo de la cuestión no cambió: los residuos vienen mal separados, todos mezclados y siguen teniendo el riesgo de meter la mano en una bolsa sin saber qué van a encontrar. Se gasta dinero del estado tratando de solucionar una situación, no se logra y a veces empeora entonces tenés un doble fracaso de la política”.

Sin políticas ni trabajo de largo plazo 

El pliego de licitación que impulsó el municipio y aprobó el Concejo Deliberante “casi no nombra a los recuperadores y en ningún momento pone que se debe dotar de infraestructura para mejorar la situación. Por el contrario, hace mucho énfasis en lo que es la operatoria del predio, un relleno sanitario que como tecnología es algo obsoleta”. 

Para que la separación sea óptima, se debe hacer un trabajo de largo plazo. “Laprida, una localidad declarada capital provincial del reciclaje, tiene un trabajo de treinta años. Debe haber un ajuste constante de situaciones para mejorar porque hay que modificar pautas culturales de las personas que vivimos respecto a los residuos. Eso lleva mucho tiempo”.

camion basural

Pintos Radice entendió que deben modificarse las condiciones de trabajo de los recuperadores. “Para eso debe haber un plan de educación ambiental en el conjunto de la población que refuerce la separación de residuos en origen. Cuando se creó el relleno sanitario en 2012 –después de que el basural anterior tuviera cinco clausuras de parte de la justicia porque estaba colapsado: la montaña de residuos llegaba a veinte metros y se prendía fuego–, se generó un plan que dividía la ciudad de la avenida Colon hacia el norte y hacia el sur. Pero la separación debe hacerse con pruebas piloto, tomar diferentes sectores de la ciudad con distintos estratos económicos y densidad demográfica e ir viendo cómo funciona en cada uno para ajustar cosas y después ir ampliándolo”. 

“Son políticas de largo plazo. Hay que machacar muchísimo y eso va a permitir que la cantidad y calidad de material que llegue al basural sea distinta. Eso va a modificar las condiciones, pero también hay que dotar de infraestructura a los recuperadores”, consideró. 

Otro tema es que los recuperadores no quieren formar parte de empresas ni cooperativas. “Quieren seguir trabajando por su cuenta. Eso es una cuestión a trabajar por parte de la política pública. Mostrar que con infraestructura y buena calidad de material se puede lograr un trabajo con condiciones más dignas”.

El investigador relató que hay una mirada caritativa: “Pobrecita la gente que está ahí. Yo la discuto porque es gente que más allá de que su espacio social sea reducido, todo el tiempo toma decisiones. Entonces uno no puede llevarles pan y un vaso de leche cuando ellos necesitan que mejoren sus condiciones de laburo”.

“Las administraciones en general tratan de evitar el conflicto. Se pierde tiempo y no hay un reconocimiento social y político del trabajo de los recuperadores porque si no lo hicieran y sacaran todo el material que sacan todos los días, posiblemente, el relleno ya hubiera colapsado. Si el municipio tiene que salir a buscar otro predio, no sería sencillo porque tiene que tener estudio de factibilidad, tiene que ser un lugar retirado, nadie quiere tener un basural en el predio lindero. Se está dejando pasar un tiempo que es valiosísimo, sobre todo en términos de fondos públicos porque si tienen que buscar la ampliación del basural, sería un problema”, concluyó. 


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