Las enfermedades de vecinos que viven frente a campos fumigados

En febrero aplicaron agroquímicos con un dron a las 9 de la mañana y a menos de 200 metros de las casas en El Marquesado. Hace años que sucede y hay épocas en que fumigan una vez a la semana.
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Oscar pensó que era un avión. Un avión que volaba bajo en el campo de enfrente. Eran las nueve de la mañana y estaba trabajando dentro de su casa, en la esquina de calle 38 y 61 del barrio El Marquesado, una zona en la que hay dos o tres casas por manzana, las calles son de césped y se conforman por la huella de los vehículos.

Pero el aparato que se desplazaba a unos tres metros de altura era un dron del tamaño de un auto que recorría el campo y arrojaba agroquímicos. El viento soplaba del oeste, desde el campo hacia el barrio y la deriva, el resto de la fumigación que puede viajar a varios kilómetros del sitio fumigado, llegaba con fuerza a la casa que está a unos 150 metros. 

El olor era espantoso, dice Oscar y lo describe como químico y raro: “Algo que no estás acostumbrado a oler”. Alicia, una mujer que vive a cinco cuadras del campo, dice que es como el aroma que despide el repollo si se hierve. 

Oscar tiene más de cincuenta, los ojos oscuros, la barba canosa de algunos días, la piel atezada. Viste bermudas y una remera blanca y cuenta que aquel domingo 16 de febrero salió de la casa y filmó los movimientos del dron. Compartió el video en un grupo de whatsapp y alguien llamó a la policía porque hay una disposición de la Suprema Corte de Justicia de la provincia de Buenos Aires que prohíbe fumigar a menos de mil metros de las viviendas.

El primer patrullero llegó media hora más tarde. Bajaron dos agentes. Llamaron a los fumigadores que estaban dentro del campo. Los hombres no contestaron y continuaron.  El dron volaba junto a los oficiales y también lo filmaron. 

Más tarde arribó otro patrullero y encendió las sirenas. Una oficial habló por teléfono y pidió permiso para entrar, conversó con los hombres durante unos minutos y se detuvieron. 

El campo rota el cultivo. Pasa de la soja al maíz, al trigo, al girasol. Plantas que suelen fumigarse con glifosato aunque ni la policía ni la municipalidad, que también debe controlar, tomen muestras de los productos que arrojan.   

El glifosato puede producir reacciones en la piel, insuficiencia renal, problemas digestivos, daños genéticos y hormonales, alteraciones y cáncer. Y tiene un poder tan contaminante que en Mar del Plata se ha encontrado en el agua de barrios  distantes cono Playa Serena y Félix U Camet  y en la zona de Sierra de los Padres

Un día después de la fumigación con el dron, había pájaros corbatita, esos de lomo gris y panza blanca y chingolos, pequeños y parduzcos, que volaban por tramos cortos y se quedaban quietos. Agonizaban junto a la casa, dice Oscar y cuenta que podía agarrarlos con la mano. 

Él sentía náuseas y su mujer tenía una picazón en el cuerpo. Alicia se descompuso como solo suele pasarle cuando come demasiado y, en esos días, no se había alejado de la dieta habitual. 

Oscar, Alicia y otros vecinos hicieron la denuncia en la sede de la división de Sustancias Peligrosas de la Policía de la provincia de Buenos Aires y la investigación quedó a cargo de la Unidad Fiscal (UFI) 11 a cargo de Rodolfo Moure. 

Sin embargo, Oscar y Alicia no confían en que haya avances. Están acostumbrados a que nadie detenga las fumigaciones. Él llegó al barrio en 2021, ya las ha denunciado  y lo único que cambió fue la modalidad. 

Las aplicaciones, que durante estos años fueron constantes, son por la noche o aún más tarde. A los dos o tres de la mañana cuando los vecinos duermen y, por la oscuridad, es difícil filmarlas o tomarles una foto.

Hasta que llegó al barrio, Oscar no había tenido problemas de salud. En 2022, los médicos le detectaron paniculitis mesentérica, enfermedad rara que produce la inflamación del tejido adiposo del intestino. Y le dijeron que tiene que haber una causa aunque todavía no la encontraron.

Hay días que le duele y no puede moverse. Hay otros en los que siente picazón en los pies y las piernas y también le encontraron una inflamación en la nalga que, cuando se agrava, no lo deja caminar. Conoce a una vecina de cincuenta y a un vecino de poco más de treinta, que viven a no más de tres cuadras del campo y tienen cáncer. Está asustado: “No es raid lo que estamos respirando”, dice mientras en el campo, según la época, fumigan todas las semanas, cada quince días o una vez al mes.


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